El Consejo de Seguridad de la ONU sello el viernes 31 de octubre un paso clave para el futuro del conflicto del Sáhara. Por 11 votos a favor, tres abstenciones, incluidas la de Rusia y China, y sin la participación de Argelia, ha aprobado una resolución redactada por Estados Unidos que renueva la misión de Naciones Unidas en la región (Minurso) por un año más y que también respalda la soberanía sobre el territorio, al situar el plan de autonomía de Rabat como la base para una negociación y la opción más efectiva para resolver el conflicto que ha persistido durante 50 años.
Con esta resolución que afirma que el plan de autonomía del Sahara bajo soberanía marroquí podría constituir una solución viable marca una nueva etapa histórica para la integridad territorial de Marruecos bajo el liderazgo del Rey Mohammed VI.
Este éxito se ve como el punto culminante del esfuerzo por la paz y la estabilidad que ha promovido el Rey Mohammed VI, quien durante años ha dirigido una estrategia en el ámbito diplomático, político y social para asegurar la integración de las provincias saharauis y la paz en la región.
El apoyo internacional, encabezado por Estados Unidos y respaldado por Francia, el Reino Unido y otros miembros no permanentes, sitúa a Marruecos en un rol de liderazgo a nivel global. Este apoyo reconoce la autonomía bajo soberanía marroquí como la opción más práctica y adecuada para resolver un conflicto que ha perdurado por más de cincuenta años.
A pesar de los intentos de Argelia por modificar el texto, la resolución de la ONU salió adelante prácticamente intacta. Los cambios introducidos fueron solo de forma, sin tocar lo esencial: el plan de autonomía bajo soberanía marroquí se reconoce como la solución principal y la única viable para resolver la controversia en el Sáhara.
Esta aprobación marca un punto de inflexión histórico. Por primera vez, el Consejo de Seguridad de la ONU reconoce de manera explícita la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental como el marco legítimo para alcanzar una solución duradera. En el preámbulo de la resolución, se subraya el apoyo de numerosos Estados a la propuesta de autonomía marroquí presentada en 2007, considerándola la base para una solución justa y aceptable para todas las partes.
Además, el Consejo insta al Secretario General de la ONU y a su Enviado Personal a conducir las negociaciones siguiendo esta propuesta, dejando de lado la opción de un referéndum de autodeterminación. En otras palabras, cualquier propuesta futura deberá encajar dentro del marco de la soberanía marroquí para ser considerada viable.
Que Argelia haya optado por no participar en la votación refuerza la percepción de que el consenso internacional se inclina claramente hacia Marruecos. La abstención de Rusia, China y Pakistán, sin ningún voto en contra, consolida esta tendencia: la propuesta de autonomía marroquí se perfila como la única vía reconocida a nivel global.
En última instancia, esta resolución histórica refleja la culminación de la diplomacia marroquí y la cooperación internacional: un esfuerzo coordinado que combina visión política, negociación inteligente y consolidación del Estado, liderado por Mohammed VI.
Más allá de su relevancia legal, la resolución implica un reconocimiento claro de la perspectiva de Mohammed VI, quien ha diseñado una estrategia que combina diplomacia, desarrollo y reconciliación territorial. La inclusión de las provincias del Sáhara en este modelo de autonomía se presenta como un ejemplo de estabilidad que no solo fortalece la paz interna, sino que también promueve la seguridad y la colaboración en la región.
Desde su ascenso al trono, el Rey Mohammed VI ha concebido el Sáhara no solo como una cuestión territorial, sino como un pilar de unidad nacional y motor de desarrollo continental.
El logro es el fruto de una estrategia de casi dos décadas, articulada por el monarca en torno a una diplomacia firme, una economía moderna y una visión geoestratégica clara para integrar plenamente las Provincias del Sur en la dinámica nacional y africana.
Para Marruecos, el respaldo global al Plan de Autonomía no es solo un reconocimiento político, sino la legitimación de un modelo de gestión que el rey ha promovido con paciencia, diplomacia y realismo.
