Guillermina Argueta, conocida por todos como «Minda», es una mujer salvadoreña que ha hecho de los faroles no solo un oficio, sino un lazo emocional con su historia y con la comunidad migueleña. A sus años, ya de edad avanzada, conserva un ánimo admirable para continuar trabajando. En su pequeño taller familiar, ubicado en la colonia Bella Vista, cada farol que arma lleva un pedazo de su esfuerzo, su cariño y sus recuerdos.
Minda descubrió este oficio mientras ayudaba a una vecina. Con el tiempo, y motivada por su yerno, decidió emprender sola para no depender de nadie.
“Yo empecé con 40 docenas”, recuerda entre sonrisas. Con paciencia y dedicación, transformó su hogar en un espacio donde el trabajo se mezcla con la convivencia familiar. Su compañero fabrica los aros metálicos, mientras ella se encarga del corte del cartón, la forrada, el candelero y el ensamblaje final. “Esto es lo que hacemos todito el año. Desde el 1 de diciembre los farolitos ya están listos”.
El oficio también ha sido una forma de resistencia. Hace algunos años, una fractura en la mano no la detuvo. “Así, con la mano quebrada, hice los faroles porque tenía clientes que no podía dejar sin su pedido”, cuenta con la serenidad de quien ha enfrentado la vida con valentía. Para ella, el trabajo es un refugio emocional: “Estar sin hacer nada le trae a uno pensamientos negativos. En cambio, haciendo algo, el día pasa rápido y uno no piensa cosas”.
Cada diciembre, la nostalgia la acompaña. Recuerda las reuniones familiares, cuando sus padres, abuelos y tíos celebraban unidos la llegada de la temporada navideña. “Cuando yo empecé a hacer los faroles, ellos ya no estaban…”, dice con melancolía. Sin embargo, esa ausencia se transforma en impulso. Hoy, sus nietos se involucran en el oficio, aprendiendo no solo a elaborar faroles, sino también el significado del esfuerzo. “Tienen que ver que cuesta ganarse el pan de cada día”, afirma.
Este año, Minda elaboró 150 docenas de faroles, cada uno hecho a mano y cargado de tradición. Los migueleños que celebran el siete de diciembre encuentran en su trabajo no solo un producto, sino un símbolo que ha acompañado a varias generaciones.
“Aquí estamos dispuestos cuando quieran; todavía tenemos farolitos a la venta”, dice con el entusiasmo de quien ha dedicado su vida a iluminar las calles y corazones de su comunidad.
El precio por unidad es de 2 dólares y la docena cuesta 14 dólares, con entregas a domicilio.
Los pedidos pueden realizarse al número 7514-4499.
