En el umbral de las próximas elecciones en El Salvador, los ciudadanos se enfrentan a una elección crucial que determinará el rumbo del país: respaldar o no la consolidación del proyecto liderado por el Presidente Nayib Bukele, el cual ha marcado un giro significativo en la historia de la nación. Este cambio se traduce en la transformación de El Salvador, de ser considerado el país más peligroso del mundo a convertirse en el más seguro de la región al cerrar el año 2023.
La elección no solo representa una decisión política, sino un veredicto sobre el destino de un país que ha experimentado profundas transformaciones en términos de seguridad. Los salvadoreños se enfrentan a la disyuntiva de optar por un retorno al pasado marcado por el luto y el dolor, o dar continuidad a un nuevo El Salvador, caracterizado por la prevalencia de la seguridad y el bienestar.
Desde los acuerdos de paz en 1992, El Salvador ha enfrentado desafíos abrumadores, con decenas de miles de asesinatos y desapariciones, así como millones de desplazados debido a las pandillas. Los gobiernos anteriores, tanto de ARENA como del FMLN, fueron testigos de la creciente influencia de grupos criminales, que llegaron a coexistir e incluso co-gobernar con el Estado, resultando en una colaboración nefasta que dejó cicatrices profundas en la sociedad.
Además, las pérdidas económicas producto de las extorsiones impuestas por estos grupos criminales ascendieron a miles de millones, afectando el desarrollo y la prosperidad del país. El Salvador se vio sumido en un pasado oscuro de violencia, donde la esperanza de un futuro mejor parecía esfumarse ante la amenaza constante de la criminalidad.
La administración actual, encabezada por Nayib Bukele, ha liderado un cambio drástico en esta narrativa. La implementación exitosa del Plan Control Territorial y el régimen de excepción ha llevado al país a experimentar una notable reducción en los índices de criminalidad, devolviendo la sensación de seguridad a la población y atrayendo la atención positiva tanto a nivel nacional como internacional.
Los salvadoreños se encuentran en un momento crucial para definir su destino colectivo. La opción de regresar a un pasado plagado de inseguridad y desesperanza no parece ser la senda más prometedora. Por el contrario, la posibilidad de continuar en la dirección actual, donde la seguridad es prioritaria, ofrece la perspectiva de un El Salvador más próspero y pacífico.
La importancia de esta elección va más allá de las preferencias políticas individuales; es un llamado a resguardar y consolidar los logros alcanzados en la construcción de un nuevo El Salvador. La sociedad salvadoreña tiene en sus manos la oportunidad de trascender las sombras del pasado y avanzar hacia un futuro lleno de esperanza y progreso. En estos comicios, cada voto será un mensaje sobre el tipo de país que desean heredar a las generaciones venideras.