En la región de El Salvador, los perros desempeñaron un papel clave en la vida prehispánica, siendo compañeros fieles y parte de la tradición cultural y alimentaria.
Estos animales eran alimentados con maíz y posiblemente aguacate, lo que no solo aseguraba su sustento, sino que también los vinculaba estrechamente con los humanos. Su relevancia iba más allá de lo cotidiano, formando parte de ceremonias y rituales.
De hecho, algunos estudios sugieren que esta alimentación pudo dar origen a apodos como «perros aguacateros», un reflejo del vínculo entre estos animales y las prácticas locales.
Esta relación subraya la importancia de los perros en la vida de las comunidades prehispánicas salvadoreñas, como un símbolo de convivencia y tradición.