El 12 de diciembre marca una de las festividades religiosas más importantes en El Salvador: la celebración de la Virgen de Guadalupe, conocida popularmente como la “Morenita del Tepeyac”. Aunque su origen es mexicano, la devoción por la Virgen ha trascendido fronteras, consolidándose como un símbolo de fe, identidad cultural y unión familiar en todo el país.
Desde primeras horas de la mañana, templos y parroquias se llenan de fieles que llevan flores, velas y banderas mientras participan en misas solemnes, rezos del rosario y cantos tradicionales. Las peregrinaciones se convierten en un espectáculo de color y devoción, con grupos de fieles que recorren calles y avenidas portando imágenes de la Virgen y vistiendo trajes típicos, en un recorrido que combina fe y expresión cultural.
Altares en casas y parroquias se adornan con velas, rosas y retratos de la Virgen, creando un ambiente de espiritualidad y recogimiento. Al mismo tiempo, las calles cercanas a los templos se llenan de ferias, música y presentaciones artísticas que permiten a las familias disfrutar de un espacio de convivencia y cultura popular. La fecha también sirve para reunir a varias generaciones, transmitiendo la devoción y las tradiciones a los más jóvenes.
La celebración no se limita al territorio salvadoreño. En comunidades de Estados Unidos y Guatemala, donde residen grandes poblaciones de migrantes salvadoreños, se replican estas actividades religiosas y culturales, manteniendo viva la fe y reforzando la identidad cultural.
Así, cada 12 de diciembre, la Virgen de Guadalupe continúa siendo un faro de esperanza, unión y alegría en El Salvador, consolidando una tradición que combina solemnidad religiosa con el colorido y la energía de la cultura popular.
